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INFORME FINAL
SANTIAGO MUÑOZ ARBELAEZ
PROYECTO:
LA ENCOMIENDA ENTRE LOS MUISCAS DE LA CUENCA DEL RÍO NEGRO,
1530-1650 *
DOCUMENTO FINAL:
ENCOMENDEROS Y CACIQUES: ALIANZAS, CONFLICTOS Y
ORDENAMIENTO ESPACIAL EN EL VALLE DE UBAQUE, 1550-1600
Presentado al:
INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA - ICANH
AREA DE HISTORIA COLONIAL
Promoción a la investigación en Historia Colonial
Bogotá, diciembre de 2008
* El presente trabajo contó con el apoyo académico y económico del Instituto
Colombiano de Antropología e Historia - ICANH y su programa de apoyo a la
investigación en historia colonial - año 2008.
CONTRATO No 48 de 2008
Encomenderos y caciques - 2 -
Santiago Muñoz Arbelaez1
Encomenderos y caciques: alianzas, conflictos y ordenamiento espacial en el valle de
Ubaque, 1550-1600
Introducción
A comienzos del siglo XVI se percibía en el Valle de Ubaque un paisaje de utas
subordinados al cacique de Ubaque2. El maíz, la coca y el algodón eran los productos
principales de la región, y el camino a los Llanos Orientales era el eje más importante que
hacía del lugar un espacio de transición entre la región alta de los Andes y las tierras
bajas de los Llanos (Mapa 1). El espacio de poder más importante era el cercado del
cacique. Los cerros y las lagunas eran los espacios sagrados por excelencia, y los trajes de
plumas, las pieles de venados y las cuentas de collar los más importantes elementos
religiosos. Hacia mediados del siglo XVII, tras una violenta crisis demográfica, cultural,
política y social, el antiguo valle de Ubaque se había convertido en el corregimiento de
Ubaque. Al maíz, la coca y el algodón, se habían sumado, entre otros elementos, el trigo,
la caña de azúcar, las ovejas, las gallinas y los cerdos. Los „muiscas‟, la „gente‟, se habían
convertido para la autoridad en „indios‟; y las utas habían atravesado una transformación
espacial que las convirtió en pueblos de „indios‟. La plaza era ahora el espacio del poder,
y la iglesia el espacio sagrado.
Este panorama de transición evidencia la reestructuración de los espacios muiscas en el
contexto de la ocupación española y la conexión económica con los circuitos económicos
transatlánticos. La encomienda, como sistema estructurador de las relaciones sociales y
culturales entre indígenas y españoles, ocupó un lugar central en estos procesos de
transición a un orden colonial. Tal vez por esta misma razón, ha sido entendida por una
parte importante de la historiografía de la Nueva Granada y de América Latina como el
motor de la crisis demográfica, cultural y política de las comunidades indígenas3. Desde
esta perspectiva, la encomienda ha sido retratada a partir de una división antagónica entre
encomenderos e indígenas4. De acuerdo con estos estudios, esta situación fue únicamente
interrumpida por una mayor intervención de la corona y por la implantación del régimen
1 Profesional en investigación en Ciencias Sociales, Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República.
Historiador de la Universidad de los Andes y estudiante de la maestría en Historia de la misma universidad.
Investigación financiada por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), en el marco del
programa “Apoyos a investigaciones sobre Historia Colonial 2008”. Quisiera agradecer a Marta Herrera,
Guillermo Sosa, Jorge Gamboa y Alexandra Rodríguez por su apoyo en la elaboración del artículo. 2 Las utas eran unidades socio-políticas muiscas que estaban sujetas a cacicazgos. Quiroga Zuluaga,
Marcela, “Las unidades socio-políticas muiscas en el siglo XVI”, en Memorias del XIV Congreso
Colombiano de Historia, Bucaramanga, Universidad Industrial del Santander, 2007. 3 Friede, Juan, Colmenares, Germán, [1973], Historia Económica y Social de Colombia I: 1537-1719,
Tomo 1, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999. Zabala, Silvio, 4 Friede, Colmenares, Zabala
Encomenderos y caciques - 3 -
de corregimientos; que al regular de manera eficaz las relaciones entre encomenderos e
indígenas, habría dado fin a los excesos cometidos contra estos últimos5.
No obstante, la reestructuración del sistema territorial muisca bajo el sistema de
encomiendas no ha sido analizada detenidamente por la historiografía. Las
investigaciones de Marta Herrera han demostrado que el sistema de corregimientos se
estructuró sobre las grandes estructuras cacicales prehispánicas y se conoce que el
sistema de corregimientos implantado a finales del siglo XVI retomó el ordenamiento
territorial de los cacicazgos, pero no se ha explorado cómo la fragmentación de estas
unidades políticas con el sistema de la encomienda llevó a actualizar el sistema territorial
prehispánico. No se ha visto cómo los indígenas enfrentaron los retos que implicó la
conquista española.
Mapa 1: Valle de Ubaque
Una mirada atenta a las relaciones culturales entabladas en las encomiendas del valle de
Ubaque nos ofrece, sin embargo, un panorama distinto a la dicotomía entre
encomenderos y caciques. Antes de la invasión española, la población consideraba el
5 Friede, Colmenares,
Encomenderos y caciques - 4 -
valle de Ubaque como una región unida por una estructura política común, que estaba
integrada por grupos tributarios del cacique de Ubaque. Las utas eran la unidad política
que agrupaba la población y se entendieron en el período colonial como “capitanías” que
eran tributarias de caciques que eran, a su vez, tributarios del gran cacique de Ubaque.
Con la implantación del sistema de encomiendas, las comunidades del valle fueron
repartidas entre encomenderos a quienes debían rendir tributo. De esta manera, la fuerte
unidad política Muisca se disolvió para dar un mayor poder a los caciques que
anteriormente eran tributarios del cacique de Ubaque. Así, con el repartimiento de
encomiendas se fortalecieron las pequeñas unidades políticas, generando procesos de
apropiación espacial y expansión. Lo que se puede observar es, entonces, que en lugar de
haberse formado dos bloques antagónicos de encomenderos contra indígenas, se
generaron una serie de alianzas entre encomenderos y los caciques de sus repartimientos.
No obstante, la influencia de la corona sobre la región se fue consolidando lentamente.
Las Nuevas Leyes se habían tratado de poner en práctica desde la instalación de la Real
Audiencia en 1550, y una primera traza de los pueblos de indios se dio en 1560; pero no
fue sino hasta 1593, con la implantación del sistema de corregimientos y la delimitación
de resguardos, que se logró quitar poder a los encomenderos y aumentar la influencia de
la corona en la región. El corregimiento de nuevo centralizó el manejo del valle de
Ubaque como región. Las utas y los caciques menores perdieron la importancia que
habían adquirido con la encomienda y las alianzas de los caciques con los encomenderos
fueron reemplazados por una mayor presencia de la Real Audiencia en la zona. A partir
de este momento adquirieron importancia unos nuevos mecanismos políticos y se
consolidó la conexión de la región con la economía minera y citadina. Procesos como la
caída demográfica generaron, a su vez, políticas de agregación de pueblos que se
empezaron a efectuar hacia mediados de siglo XVII. Durante este periodo, la mita generó
grandes desplazamientos de población masculina, los cuales tuvieron un fuerte impacto
en el paisaje de la región.
Así pues, este artículo se propone mostrar que, en lugar de haberse formado bloques
antagónicos entre encomenderos e indígenas, cuyos abusos habrían sido detenidos por la
Real Audiencia, en el valle de Ubaque el sistema de encomiendas permitió un más amplio
margen de acción a los caciques menores al haberse formado alianzas entre los caciques y
los encomenderos. Para aproximarse al auge y el decaimiento del panorama de alianzas
entre encomenderos y caciques, este artículo se divide en tres secciones. En el primero
exploraremos las dinámicas de apropiación espacial y expansión generadas con el auge
de la encomienda. En el segundo, mostraremos cómo se fueron consolidando espacios
coloniales que fueron asentando un ordenamiento espacial hispano para afianzar un
mayor control de la población. El pueblo, la plaza, y la iglesia se fueron conformando en
espacios que buscaron consolidar un control de la corona sobre las relaciones sociales y
culturales de la población; y que buscaron desmontar las alianzas de encomenderos y
caciques. En contraposición: el santuario y la gruta fueron espacios furtivos y
clandestinos que escaparon a las normativas que regían la vida colonial. En el tercero,
veremos cómo el corregimiento implicó un reordenamiento político de las comunidades
indígenas que puso fin a las alianzas entre los encomenderos y marcó el paso a un siglo
XVII caracterizado por recortes de resguardos y mita urbana y minera.
Encomenderos y caciques - 5 -
I. Encomenderos y caciques
En 1558, el cacique de Fómeque se presentó ante la Real Audiencia denunciando que el
cacique de Choachí había penetrado en su territorio y había tomado por fuerza uno de sus
capitanes. Con base en su denuncia, se generó un extenso proceso que ofrece pistas de
cómo se transformó y se resignificó el ordenamiento territorial muisca durante el dominio
colonial. Describiendo el conflicto, el cacique de Fómeque declaró que:
“podra av(er) ocho años poco mas o menos tienpo (el cacique de Choachí...) se metio en
mi tierra y por fuerza en contra de mi voluntad me tomo un principal mi subjeto con todos
sus indios q(ue) se llama gacha con toda la tierra q(ue) tiene e posee el qual esta entre mi
tierra e la d(e)l d(ic)ho choachi”6.
Más adelante aclara: “el d(ic)ho gacha es mio con todos sus indios e tierra e le e poseido
por tal asi yo como mis senyores de mas de cinq(uent)a e cinco años a esta p(ar)te e tanto
ti(e)npo q(ue) memoria de onbres no es en contar”7.
De acuerdo con el cacique de Fómeque, el capitán Gacha había sido tributario suyo desde
antes de la conquista española y había sido arrebatado por el cacique de Choachí. Esta
disputa por el capitán Gacha entre los caciques de Fómeque y Choachí se convirtió en
una indagación sobre la territorialidad prehispánica. Fómeque arguía que le había
pertenecido desde antes de la entrada de los españoles a la región. En el proceso se debía
esclarecer a cuál de ellos pertenecía antes de la conquista española. Paradójicamente, se
trataba de una disputa que había tenido su origen en los desordenes que habían surgido
con la conquista española y con la instauración del sistema de encomiendas.
En una rica y extensa respuesta a la acusación de Fómeque, el cacique de Choachí
sostiene que:
“yo el d(ic)ho caciq(ue) de chiuachi poseo justamente el d(ic)ho cap(itán) e yndios
llamado gacha de t(iem)po ynmemorable a esta p(ar)te ansy antes q(ue) biniesen xpanos a
esta ti(er)ra e nuevo rreyno como despues q(ue) a ella vinieron y entraron en las tierras
mias e de mis capitanes e yndios e de mis antepassados son tierras distintas y apartadas de
las del d(ic)ho caciq(ue) de fumeq(ue) por q(ue) las p(ar)te vn rrio llamado absa en lengua
de yndios y de la manera q(ue) el d(ic)ho rrio corre hazia el valle y poblazion de Vbaq(ue)
yo e mis yndios tenemos n(uest)ra tierra y poblazones desta p(ar)te del d(ic)ho rrio hazia
este valle de bogota y el caciq(ue) de fumeq(ue) y sus yndios de la otra parte del d(ic)ho
rrio y de la parte donde yo estoy e bivo y en (... donde) bibio y estuvo poblado el d(ic)ho
gacha y sus yndios y al p(re)sente lo estava como cosa mia e me a huido a mi y como antes
solia como d(ic)ho tengo y en mis ti(er)ras tiene las suyas e sus buhios labranças y
heredades e bibienda y siempre el d(ic)ho gacha me pujo libremente e syn fuerça como
cosa mia e niego yo av(er) hecho fuerça ning(un)a a d(ic)ho caciq(ue) de fumeq(ue) como
6 AGN, Colonia, Encomiendas, T. 30, f. 289r. y 290r.
7 AGN, Colonia, Encomiendas, T. 30, f. 290r. La fecha del pleito es 1558, por lo que la fecha a la que alude
sería cercana a 1500, antes de la invasión española a la región Muisca.
Encomenderos y caciques - 6 -
lo dijo en su demanda e av(er)le tomado el d(ic)ho cap(itán) gacha por q(ue) yo nunca fuy
ni soy parte pa(ra) le hazer tal fuerça por(que) el d(ic)ho fumeq(ue) es gran cacique y tiene
(...) tantos mas yndios q(ue) yo a cuya causa yo no soy p(ar)te para tener cosa suya
culpada e tomada por fuerça e contra su voluntad”8
La respuesta del cacique de Choachí muestra cómo se establecían los límites políticos de
acuerdo con los parámetros territoriales Muiscas. El río Absa servía como una frontera
que demarcaba los territorios de Fómeque y de Choachí, y la ubicación de la capitanía de
Gacha al margen del río indicaba su pertenencia a una unidad política (Mapa 1). El río era
una importante frontera territorial y demostraba que Gacha era suyo. De esta manera,
resulta evidente que la argumentación sobre la propiedad de tierras y tributarios indígenas
durante el período colonial se basaba en la estructura política prehispánica. En el
conflicto salía a relucir que para aclarar la propiedad territorial en el periodo colonial se
debía averiguar a qué cacique pertenecía el capitán antes de la entrada de los cristianos a
los territorios Muisca. Pero, a su vez, la respuesta de Choachí muestra cómo estas
fronteras que antes bajo el poderío de Ubaque estaban bien delimitadas habían sido objeto
de una serie de violaciones generadas con la implantación del sistema de encomiendas.
Dice el cacique de Choachí,
“fue vso y costumbre fue y a sydo entre los gov(er)nadores e p(er)sonas q(ue) en v(uest)ro
rreal nombre al gov(er)nar esta ti(er)ra pa(ra) mejor la poder sustentar de desmenbrar
algunos caciq(ue)s e capitanes subjetos a otros caciques e rrepartirlos por sy o juntalos con
otros y a mejor sustentar a los encomenderos e pobladores q(ue) en v(uest)ro rreal entraron
en esta ti(er)ra porq(ue) sy ansy no lo hiziera toda la ti(er)ra la llevaron e se rrepartiera
entre pocos españoles por q(ue) de bogota guatavita vbaq(ue) tunma suagamoso
duytama tinjaca e de otros caciq(ue)s q(ue) tenian cantidad de yndios quitaron e
desmembraron caciques y capitanes sus subjetos pa(ra) encomendarlos a otras
p(er)sonas y lo mismo se hizo de fumeq(ue) q(ue) fue encomendado y rrepartido en
dos hombres honrrados lo q(ue) agora tiene solamente el cap(itán) orejuela y por
todas estas causas no tiene rrazon ni justa lo q(ue) el d(ic)ho caciq(ue) de fumeq(ue) pide y
su encomendero es el q(ue) le persuade e yncita a q(ue) pida esto ques contrario y
excede lo q(ue) en aquel t(iem)po se solia hazer quanto ms q(ue) como d(ic)ho y alegado
tengo la p(ar)te cont(raria) no tiene ningun de(rech)o al d(ic)ho gacha ni a sus yndios
porq(ue) son mios"9
El cacique de Choachí presentó una interpretación de los efectos que había tenido la
invasión española sobre la organización geográfica del valle de Ubaque. Su declaración
sugiere que el sistema de encomienda repartió lo que antes había estado concentrado en
las manos de grandes caciques, como el Bogotá, Guatavita, Ubaque, Tunja, Sogamoso,
Duitama y Tunjaca. Para hacer esto “quitaron y desmembraron” caciques y capitanes que
estaban sujetos a ellos. Esta desmembración generó un debilitamiento de los grandes
cacicazgos, pues éstos ya no podían ejercer autoridad sobre los caciques que antes les
tributaban. Antes unido bajo una estructura política común, bajo el mando de una figura
centralizada y única, el valle de Ubaque fue repartido y reorganizado para servir a
numerosos encomenderos.
8 AGN, Colonia, Encomiendas, T. 30, f. 295r.
9 AGN, Colonia, Encomiendas, T. 30, f. 295r.
Encomenderos y caciques - 7 -
De esta manera, las violaciones y trasgresiones a los parámetros territoriales muiscas
habían surgido con la llegada del colonialismo. Al haberse fragmentado las grandes
unidades cacicales, el cacique de Fómeque, que había estado sometido a la autoridad de
Ubaque, se liberó y en alianza con su encomendero comenzó un proceso de expansión
territorial que buscaba anexar caciques y capitanes que habían tributado a otros caciques.
Las fronteras, antes fijas y bien delimitadas y mantenidas por la autoridad del cacique de
Ubaque, se convirtieron en el lugar de numerosas confrontaciones entre caciques que
buscaban incorporar nuevos capitanes y territorios a su poder.
Pero el que se hubieran fragmentado las grandes unidades cacicales no implica que se
hubiera dado una ruptura total con el ordenamiento espacial prehispánico. De hecho, la
libertad de organización al interior de las comunidades parece bastante generalizada.
De manera similar al conflicto entre Choachí y Fómeque, encontramos disputas entre
Fómeque y Ubaque, Ubatoque y Susa, Choachí y Pausaga y entre Cáqueza y Ubatoque,
que reflejan estos procesos de expansión.10
En el mapa 2 se puede percibir las disputas
generadas por estos procesos de expansión y apropiación espacial.
Mapa 2: Conflictos de jurisdicción entre caciques, 1550 y 1590
10 AGN, Colonia, Caciques e indios, T. 21, ff. 33-185. AGN, Colonia, Encomiendas, T. 30, ff. 287-364.
AGN, Colonia, Encomiendas, T. 26, ff. 727-758. AGN, Colonia, Visitas Cundinamarca, T. 12, 1037-1087.
AGN, Colonia, Visitas Cundinamarca, T. 8, ff.334-441.
Encomenderos y caciques - 8 -
Vale la pena resaltar que a pesar del carácter individual que tomaban estas disputas entre
caciques, sobresale en todos los procesos un estrecho vínculo entre los encomenderos y
los caciques. Como sugiere el cacique de Choachí en su intervención, lo que subyace a
estos proceso de expansión y apropiación espacial son unas estrechas alianzas de
caciques y encomenderos que dieron la posibilidad de aumentar su poderío. En todos los
procesos, los caciques aparecen con el soporte de sus respectivos encomenderos. Lo que
se puede percibir en este caso es, entonces, que en lugar de haberse constituido dos
bloques diferenciados de caciques y encomenderos, se generó un panorama fragmentado
de múltiples alianzas entre encomenderos y caciques.
Pero los procesos de expansión iniciados por los caciques no sólo reflejan el relajamiento
de las estructuras de poder prehispánicas. Hacen evidente también que los indígenas
pudieron enfrentar los retos que surgieron con la conquista española en sus propios
términos11
. Aprovechando la fragmentación del antiguo cacicazgo de Ubaque en el
sistema de encomiendas y la descentralización de la región como una oportunidad para
iniciar procesos de expansión y apropiación territorial, los caciques menores buscaron
11 STERN, Steve, Peru’s Indian Peoples and the Challenge of Spanish Conquest: Huamanga to 1640,
Madison, The University of Wisconsin Press, 1993.
Encomenderos y caciques - 9 -
aumentar su esfera de influencia. Al igual, a pesar de que las voces de los capitanes y de
los indígenas que se encontraban en disputa es difícil de encontrar, resulta plausible que
las capitanías hayan aprovechado también la oportunidad ofrecida por los problemas de
“jurisdicción” y movilidad para su propio beneficio, pues tuvieron un margen de acción
amplio producto de las disputas entre caciques.
Así entonces, el surgimiento de los conflictos entre los caciques menores, que evidencia
las tensiones que se generaron con la desmembración del valle de Ubaque generada con
la conquista española, coincide con lo que Mónika Therrien ha llamado el relajamiento de
las estructuras de poder ocurrido con la conquista española. Therrien ha mostrado desde
la arqueología que con la conquista española ocurrió un relajamiento en las formas y
decoraciones que acompañaban a la producción de objetos de cerámica, lo que la autora
interpreta como un posible relajamiento de unas rígidas estructuras de poder. El
colonialismo, en lugar de haber aumentado el control de la vida cotidiana de la población,
habría contribuido a un relajamiento de las estructuras de control prehispánicas. Los
resultados de esta investigación sobre los cambios en el paisaje en el valle de Ubaque
pueden ratificar en buena medida la hipótesis de Therrien: con la conquista española se
desmembró el rígido poder del cacique de Ubaque sobre el valle, y este
desmembramiento dio pie a que se iniciaran una serie de violaciones y trasgresiones a las
fronteras. Los caciques menores iniciaron así unos procesos de expansión territorial que
buscaron ampliar su área de influencia.
Las múltiples disputas y querellas que se iniciaron en el siglo XVI entre los
encomenderos del valle las podemos leer como parte de estos procesos de expansión
territorial de los caciques. Las frecuentes disputas entre encomenderos no se basaban
únicamente en sus propios intereses, sino en los desajustes y los reajustes que generó la
fragmentación de la estructura política y territorial del zipazgo. A estas disputas
subyacían los intereses de expansión de gran las autoridades indígenas que se habían
fortalecido con el debilitamiento de las grandes estructuras de poder12
.
Este pleito es tan sólo un ejemplo de una serie de pleitos entre caciques que, apoyados
por sus encomenderos, buscaron maneras de expandirse ante la fragmentación de la
unidad política del valle de Ubaque. Se trataba, pues, de unos procesos de expansión y
apropiación espacial que desarrollaban los caciques haciendo uso de las herramientas
jurídicas españolas, para lo cual contaban con el apoyo de sus encomenderos, pero que
también se valían de las tradicionales estrategias de guerra y de resolución de conflictos.
12 La fragmentación de las estructuras políticas y territoriales del zipazgo, y su relación con las autoridades
locales han sido estudiadas por HERRERA, Marta, “Autoridades indígenas en la Provincia de Santafé,
siglo XVIII”, en Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, Volúmen XXX, 1993, pp. 7-37. Herrera
Angel, Marta, Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada, siglo XVIII,
Bogotá: Archivo General de la Nación, 1996. GAMBOA, Jorge Augusto (2005). “Los caciques muisca y la
transición al régimen colonial en el altiplano cundiboyacense durante el siglo XVI (1537-1560)”, en
GÓMEZ LONDOÑO, Ana María (ed.), Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la
memoria, Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, pp. 54-73. Este último autor discute la disputa
entre el cacique de Choachí y el de Fómeque que hemos analizado aquí.
Encomenderos y caciques - 10 -
II. Los espacios coloniales
En 1560 el licenciado Tomás López dividió el antiguo territorio del Zipa en siete partidos
y se dispuso a establecer las normas bajo las cuales se debía reorganizar el paisaje de
manera que se siguieran los mandatos coloniales. Los encomenderos recibieron noticia de
que los indios se debían agrupar de tal manera que formaran pueblos de entre 100 y 700
habitantes, y así los pueblos de indios se iban a constituir en el espacio más importante
para garantizar el control político de la población. De acuerdo con las instrucciones,
“aviendo preçedido esto traçarse a y haranse los edifiçios del pueblo en esta forma que se situe y ponga la
plaça en medio del [pueblo] en rrazonable proporçion y della salgan todas las calles con sus solares
conforme a la cantidad del pueblo y los solares y casas sean de algun tamaño con su corral y
cumplim[ien]tos de manera que ni sea conforme a la estrechera q[ue] hasta agora han tenydo y tiene esta
gente en sus abitaçiones y moradas ny tanpoco exçeda su baxeza ni aya exçeso de lo que han menester sino
que aya medio y edificarse han desta manera que ante todas cosas todo el pueblo junto haga su yglesia en
un canto de la plaça al oriente el altar del grandor y tamaño que fuere el pueblo y algo mayor y a otro canto
hagan la casa del caçique y señor en razonable grandor y a otro la casa de su cabildo y carçel y a otro las de
los mas prinçipales y tras esto por sus calles se pongan los demas solares ponyendo los de una parentela y
conosçençias en un barrio y conçertandolos de diez en diez o de çinco en çinco que se junten para haser sus
casas y hagan la del uno y luego la del otro”13
Cómo han mostrado las investigaciones de Marta Herrera, los pueblos de indios se
conviritieron así en el espacio que permitió organizar de manera más efectiva a la
población indígena, para de esa manera controlar sus actividades14
. Y se trataba de un
ordenamiento que, como ha mostrado James Duncan para otros contextos coloniales, se
podría leer como un texto. El orden del espacio se construía a partir de mensajes
implícitos que reflejaban e interiorizaban el poder colonial entre la población15
.
Y así como el ordenamiento espacial colonial buscaba un resquebrajamiento de las
estructuras simbólicas indígenas para instaurar unos espacios y unas prácticas cotidianas
de la población que estuvieran acorde con sus intereses de dominación; el interés en la
implantación de estas nuevas estructuras de ordenamiento espacial también estuvo
relacionado con instaurar un control y una regulación de las relaciones entre
encomenderos e indígenas.
Nótese que podía tratarse de espacios que reflejaban los poderes transculturales, pues era
de igual manera el cacique quien debía residir en la plaza.
“con el amor y querençia que an tenido y tienen a sus antiguos sitios y solares y de sus pasados seria
posible aver alguna rrepunançia para salir dellos y dexarlos y hazerseles muy de mal sera abiso e ynstruçion
hablar primero a los que se an de juntar y persuadirles con buenas rrazones quanto les conbiene juntarse y
13 AGN, Colonia, Caciques e indios, 49, f. 752r. Transcrito en Herrera, Marta, “Mensajes implícitos: El
ordenamiento espacial de pueblos de indios santafereños, s. XVI”, en Geopraxis: Revista de estudiantes de
geografía, No. 2, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2005, pp. 13-21. 14
Herrera, Marta, “Mensajes implícitos”... 15
Duncan, James, The City as a Text...
Encomenderos y caciques - 11 -
quanto mejor les yra estando juntos para su poliçia espiritual y tenporal”16
“Poblados desta manera a
servi[cio] de dios y todos juntos rresta darles hordenanças y capitulos de bibir para su puliçia y hordenar su
rrepublica en la forma que mas les conbiene lo qual es a dispusiçion mya y lo hare con el favor de dios
conforme a las condiçiones de los pueblos y gentes”17
Intervenir en los espacios era, entonces, intervenir en la población. Al ordenar el paisaje
se buscaba establecer un control sobre la población. Al plantear los espacios en los que
iba a transcurrir la vida cotidiana y la socialización, se estaba interviniendo en los hábitos
cotidianos de la población. Pero cómo han mostrado distintos estudios, los pueblos fueron
lugares confrontados que no se habitaron inmediatamente. Como lo preveían las
disposiciones de Tomás López, estos pueblos iban a generar inconformidad y no iban a
ser fácilmente aceptados por la población. Sin embargo, como ha argumentado Marta
Herrera, el que no se hubieran habitado estos pueblos no quiere decir que estos no
hubieran tenido un impacto en la población.
Al igual, el surgimiento de iglesias fue también la consolidación de espacios que se
convirtieron en lugares confrontados. No sería, sin embargo, sino hasta finales del siglo
XVI y comienzos del XVII que estos espacios se lograrían constituir en el centro de la
vida social de la población. apropiación de los espacios españoles por la población.
Otros espacios que adquirían gran importancia los frutales y las plantaciones de los
encomenderos. Se trataba de lugares transculturales que buscaban recrear parte de los
hábitos alimenticios del encomendero, pero a partir de cultivos y espacios que eran
mantenidos por los indígenas. Estos espacios implicaron unas nuevas obligaciones para
los indígenas y generaron la necesidad de destinar parte de las tierras colectivas para el
encomendero. En algunos casos, incluso, implicaron desplazamientos para los indígenas,
pues los cultivos quedaban en algunos casos alejados de las tierras indígenas.
Pero así como surgieron nuevos espacios que implicaron nuevas obligaciones y nuevas
actividades, la persecución de espacios que ya no eran funcionales o no cabían dentro de
la lógica del orden que se quería implantar fue un aspecto que adquirió gran importancia
en la geografía del siglo XVI. Estos eran muchas veces espacios fugitivos, que surgían
clandestinamente y que recreaban prácticas que cuestionaban el orden hispano. Los
santuarios eran unos de estos espacios que la maquinaria colonial buscaba erradicar.
Así, por ejemplo, la historia que Juan Rodríguez Freile hace de los santuarios indígenas
está íntimamente ligada con la de los saqueos de esos santuarios. Rodríguez Freile
recuenta el siguiente episodio:
“Estaba en el pueblo de Ubaque por cura y doctrinero el padre fray Francisco Lorenzo (...) era este clérigo
gran lenguaraz y como tan diestro trataba con los indios familiarmente y se dejaba llevar de muchas cosas
suyas, con que los tenía muy gratos, y con este anzuelo les iba pescando muchos santuarios y oro enterrado
16 AGN, Colonia, Caciques e indios, 49, f. 752r. Transcrito en Herrera, Marta, “Mensajes implícitos..., pp.
13-21. 17
AGN, Colonia, Caciques e indios, 49, f. 753v. Transcrito en Herrera, Marta, “Mensajes implícitos..., pp.
13-21.
Encomenderos y caciques - 12 -
que tenían, con este enojo le dio noticia de un santuario del cacique viejo, diciéndole también le era
dificultoso el hallarlo, si no era que el jeque que lo tenía en guarda lo descubriera y dijole a dónde estaba”18
La descripción de Rodríguez Freile muestra cómo la cacería de los santuarios era una
búsqueda de lo fugitivo, de lo clandestino. Después de recibir la noticia del santuario del
cacique viejo, Francisco Lorenzo, un clérigo que por ser mestizo tenía acceso a la lengua
y al mundo indígena, fingió ir a cazar venados para revisar la zona del santuario.
Planeando una gran estrategia, Lorenzo decidió no perseguir otros santuarios por un
tiempo “con lo cual los indios no le espiaban tan a menudo como solían”19
, de manera
que pudiera darles un golpe inesperado al encontrar el santuario del cacique viejo.
Lorenzo,
“aguardó una noche obscura, tomó una estola y el hisopo y agua bendita, y con sus alguaciles, fuese
rezando hacia unos ranchos que estaban cerca de la cueva a donde había mandado poner la primera cruz.
(...) Entró por la labranza hasta llegar a los ranchos del jeque, sintió que estaba dispierto y que estaba
mascando cayo (sic por hayo), porque le oía el ruido del calabacillo de la cal. Sabía el padre Francisco
Lorenzo muy atrás y del examen de otros jeques y moanes, el orden que tenían para hablar con el diablo;
subióse en un árbol que caía sobre el bosque y de él llamó al jeque con el estilo del diablo, que ya él sabía
el primer llamado, calló el jeque: al segundo respondió él diciendo: “Aquí esto, señor, ¿qué me mandas?”
Respondióle el padre: “Eso que me tienes guardado saben los cristianos de ello y han de venir a sacarlo y
me lo han de quitar, por eso llévalo de ahí” Respondió el jeque: “¿a dónde lo llevaré, señor?” Respondióle,
“a la cueva de el pozo (...) que mañana avisaré dónde lo has de esconder”. (...) Bajóse del árbol y pusose a
espiar al jeque el cual se metió por la labranza y perdiólo de vista; pusose el padre en espía del camino que
iba a la cueva, y al cabo de rato vido al jeque que venía cargado, dejó pasar, el cual volvió ocn presteza de
la cueva y en breve espacio, volvió con otra carga, hizo luego otros dos viajes y al quinto se tardó mucho.
(... Mientras tanto, el padre Lorenzo) se fue a la cueva, a donde halló cuatro ollas llenas de centillos y
tejuelos de oro, quisques y tiraderas de oro, pájaros y otras figuras, todo de oro”20
Así entonces, en la descripción Rodríguez Freile de la persecución que hace Lorenzo del
santuario indígena, podemos ver que se trata de espacios que surgen en la clandestinidad.
Los santuarios eran, entonces, espacios sagrados que los indígenas ofrecían a sus figuras
religiosas (es decir, a lo que Rodríguez Freile llama “el demonio”). Pero para el nuevo
orden que se quería implantar se trataba de espacios peligrosos que era necesario
eliminar. Al hacerlo, se conseguían importantes botines: la ofrenda para la figura
religiosa terminaba en manos del personaje que lo saqueara.
El relato del padre Alonso de Medrano21
y el proceso seguido contra el cacique de
Ubaque en 157022
presentan también ejemplos de cómo estos espacios que antes de la
invasión española habían sido la expresión del poder religioso, que habían sido espacios
normativos, se convirtieron en espacios clandestinos, reprimidos y foco de la violencia
colonial.
18 Rodriguez Freile, Juan, El Carnero, p. 132
19 Rodriguez Freile, Juan, El Carnero, p. 132.
20 Rodriguez Freile, Juan, El Carnero, p. 132.
21 FRANCIS, Michael, (trans.), “Descripción del Nuevo Reino de Granada, 1598”, en Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura, No. 30, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2003. 22
LONDOÑO, Eduardo, CASILIMAS, Clara Inés (trans.), “El proceso contra el cacique de Ubaque en
1563”, en Boletín Museo del Oro, No. 49, 2001. Consultado vía web en 10/12/2007.
Encomenderos y caciques - 13 -
La geografía de la encomienda marcó unos importantes cambios en el paisaje del valle de
Ubaque. Si antes la fuerte estructura política liderada por el cacique de Ubaque mantenía
una unidad en la región, el sistema de encomiendas fragmentó esta estructura. La
fragmentación dio pie a distintas alianzas entre los encomenderos y sus caciques, y se
iniciaron así procesos de expansión de los caciques menores; lo cual muestra cómo estos
caciques pudieron enfrentar los retos generados por la conquista española en sus propios
términos. Ahora bien, la geografía de la encomienda estuvo también marcada por el
surgimiento y la persecución de espacios. Algunos de los nuevos espacios como los
pueblos de indios y las iglesias buscaron consolidar el dominio colonial; otros, como los
frutales y los cultivos de los encomenderos, implicaron nuevas obligaciones y nuevas
exigencias a los indígenas y se convirtieron en espacios transculturales que hicieron que
los muiscas tuvieran contacto con elementos ambientales europeos. Por otra parte,
espacios fugitivos escapaban al poder normativo, pero eran fuertemente buscados y
perseguidos.
III. El corregimiento y la ruptura de las alianzas encomenderos y caciques
A.
En 1593 el presidente Antonio González decretó que se demarcaran los límites de los
corregimientos indígenas23
. El surgimiento de los corregimientos -así como lo fue la
implantación del sistema de encomiendas medio siglo antes- se convirtió en un punto de
inflexión que resultaría central en los procesos de consolidación del poder colonial en la
región Muisca. Los corregimientos marcaron una nueva delimitación política que iba a
permitir a la Real Audiencia controlar la vida de los indígenas, al establecer una
mediación en la relación entre los encomenderos y los indígenas. En términos generales,
el corregimiento demarcaba una región en la que cual el corregidor iba a controlar la vida
y el trabajo indígena.
Con el establecimiento del sistema de corregimientos el poder que adquirieron los
caciques fue disminuido, las alianzas con sus encomenderos fueron disueltas y éstos
dejaron de ser figuras notorias en los archivos judiciales. Los proceso encabezados por
ellos o por sus encomenderos cedieron paso a visitas que buscaron regular la vida local.
La corona necesitaba encontrar mecanismos para reunir a las comunidades que antes se
habían fragmentado y repartido con el sistema de encomiendas. Esta medida formaba
parte de una pugna por el poder de las colonias que se venía librando de tiempo atrás.
Desde las Nuevas Leyes, la corona buscaba restringir el poder de los encomenderos, que
habían mantenido el control sobre el trabajo de los indígenas. En toda la América
Hispana durante la segunda mitad del siglo XVI se vivieron revueltas, como las famosas
de Gonzalo Pizarro y Lope de Aguirre que estuvieron involucradas en estas pugnas por el
23 COLMENARES, Germán (trans.), “Ordenanzas de corregidores de 1593”, en COLMENARES, Germán,
La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada: Ensayo de historia social, 1539-1800, (1970)
Bogotá, Tercer Mundo, Universidad del Valle, Banco de la República, Colciencias, 1997, pp. 183-198.
Encomenderos y caciques - 14 -
poder y que buscaban evitar el control de la corona sobre los privilegios de los
encomenderos.
En el caso de la Nueva Granada, la implantación de los corregimientos fue un duro golpe
al poder de los encomenderos. Con la delimitación de los corregimientos se implantó la
figura del corregidor de naturales, que ejerció una mediación entre los indígenas y los
encomenderos. Como veremos, el corregimiento implicó la reestructuración del valle de
Ubaque como estructura política, pero ahora en el contexto de la implantación del control
colonial. Este sistema estuvo unido a otras medidas espaciales, como la delimitación de
resguardos y la estabilización de los pueblos de indios, que tuvieron grandes
repercusiones en la vida cotidiana de la población Muisca.
El Corregidor de Naturales era una figura encargada de mediar entre los encomenderos y
los indígenas tributarios. De acuerdo con el discurso oficial, era una figura que debía
evitar los maltratos a los indígenas. A su vez, el corregidor debía evitar el monopolio de
la fuerza de trabajo indígena que habían mantenido los encomenderos, para que ésta se
pudiera también repartir entre los otros pobladores y se pudiera articular con la economía
minera y pudiera satisfacer las necesidades de la ciudad de Santafé. Se trató de una figura
de poder local que estuvo encargada de hacer de bisagra y mediar entre la “República de
Españoles” y la “República de Indios”24
.
La historiografía sobre el corregimiento en el Nuevo Reino de Granada ha mostrado
cómo esta institución retomó las unidades territoriales y políticas prehispánicas pues
“para el manejo centralizado del territorio resultaban útiles las estructuras de control
territorial establecidas por el Zipazgo”25
. Si bien las encomiendas fragmentaron las
grandes unidades cacicales prehispánicas, los corregimientos -como parte de las medidas
de la corona para reducir el poder individual de los encomenderos- restituyen esas
grandes unidades políticas, pero ahora en función de fortalecer el poder centralizado de la
maquinaria colonial. Es así como de nuevo pierden poder los caciques menores que se
habían fortalecido con la encomienda y adquiere poder la figura del Corregidor de
Naturales. Se trataba de un personaje ambiguo, que generó muchas tensiones entre los
indígenas, pues con su establecimiento se comenzaron a ver en la necesidad de
desplazarse y de cumplir con las necesidades de la economía minera, el abasto de Santafé
y trabajos en haciendas.
El poder del corregidor de naturales se basaba en la política de segregación de las
comunidades indígenas. Si bien esta política se ha planteado usualmente en términos de
la voluntad de la corona por poner un alto a los abusos contra los indígenas, debe
pensarse más bien, en términos de las disputas por el poder entre los encomenderos y la
24 Sobre la división entre la República de Españoles y la República de Indios, y su expresión en la
configuración y el ordenamiento espacial, véase: Mörner, Magnus, “Las comunidades de indígenas y la
Legislación Segregacionista en el Nuevo Reyno de Granada”, en Anuario Colombiano de Historia Social y
de la Cultura, No. 9, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1963, pp. 63-88. Mörner, Magnus, La
Corona Española y los Foráneos en los Pueblos de Indios de América, Madrid, Ediciones de Cultura
Hispánica, 1999. 25
Herrera Angel, Martha. Poder local, p. 37.
Encomenderos y caciques - 15 -
audiencia. La corona necesitaba centralizar el dominio que había permanecido hasta el
momento en manos de muchos encomenderos, para ello utilizó la estructura de control
territorial del zipazgo, quitando la autonomía y el poder que habían ganado los caciques.
Tras este proceso, las comunidades enfrentaron un fuerte proceso de debilitamiento, y, al
igual, la economía colonial se comenzó a sumir en un letargo que duraría hasta finales del
siglo XVII26
.
B. La delimitación de resguardos
La delimitación de resguardos y el fortalecimiento de los pueblos de indios estuvieron
relacionados con el establecimiento del sistema de corregimientos. Si bien los pueblos de
indios se habían intentado consolidar desde 1560, con las medidas de Tomás López, no es
sino hasta finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII que empiezan a adquirir
importancia27
. En el XVI se habían deshabitado constantemente y habían evitado las
reducciones mediante distintos tipos de resistencia. Pero desde finales de este siglo y
comienzos del XVII, el poblado adquirió cada vez más importancia. La plaza fue cada
vez más el espacio en el que se desplegaba el poder. La construcción de iglesias de tapia
y teja a comienzos del siglo XVII fortaleció la vida al interior del pueblo y los procesos
de cristianización se vieron reforzados estos espacios28
. Los pueblos, con sus iglesias, se
convirtieron también en los epicentros a partir de los cuales giraba la vida en el campo.
Las personas asentadas en las haciendas alrededor de los resguardos indígenas podían
asistir a misa en el pueblo, y podían hacer intercambios comerciales allí29
.
Por su parte, la delimitación de resguardos indígenas implicó la demarcación de unos
territorios dentro de los cuales la población indígena debía realizar sus labranzas y
cultivos. Esta política estaba ligada a la necesidad de repartir tierras entre los migrantes
europeos, que no fueran encomenderos. Así pues, la delimitación de resguardos trajo
consigo múltiples peticiones de mercedes de tierras que solicitaban distintos pobladores
alrededor de los resguardos indígenas. La delimitación de resguardos trajo consigo,
entonces, una valorización de las tierras alrededor de los resguardos indígenas.
26 Colmenares, Germán, Historia económica y social de Colombia I: 1537-1719. (1973) Tomo 1. Bogotá.
Tercer Mundo Editores 1999, pp. 343-344. 27
Sobre las medidas de Tomás López, véase: AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 49, ff. 751-801. En este
documento se exploran los problemas que tuvo que enfrentar la política de reducciones de indígenas en el
XVI, pues se trataba de imponer a la gente muisca un esquema de ordenamiento espacial que no
correspondía a sus propios criterios o parámetros culturales de organización territorial. Sobre esta cuestión,
véase: Herrera Angel, Martha. Poder local. 28
Sobre la construcción de las iglesias de tapia y teja, véase: AGN, Colonia, Fábrica de Iglesias, Tomos: 6,
9 y 14. 29
Esta contradicción con respecto a la política de segregación espacial, reflejada en que se permitiera asistir
a vecinos no indios a la misa en pueblos de indios, tenía que ver con la imposibilidad de establecer iglesias
solamente para pobladores no indígenas. Sobre estos aspectos, véase: Herrera Angel, Marta. Ordenar para
controlar: ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales
Neogranadinos, siglo XVIII. Bogotá, Colombia: Instituto Colombiano de Antropología e Historia :
Academia Colombiana de la Historia, 2002.
Encomenderos y caciques - 16 -
Pero lo que estaba en el centro de las políticas de delimitación de resguardos indígenas,
se encontraba relacionado con el tránsito entre el tributo y la mita. Si durante la segunda
mitad del siglo XVI el poder de los encomenderos había recaído en el tributo indígena, en
la recolección de los excedentes de producción indígenas, el siglo XVII marcó el tránsito
hacia las formas de trabajo que articulaban a la población del valle de Ubaque con las
minas de plata de Mariquita y con el abasto de Santafé. Ya no se trataba de que los
indígenas cosecharan amplias tierras para que con sus excedentes tributaran a los
encomenderos, sino de limitar las tierras indígenas, repartir las restantes entre pobladores
no-indígenas, y desplazar la mano de obra indígena para que supliera las necesidades
económicas del Nuevo Reino. Así entonces, de manera irónica, la geografía de la
delimitación y fijación de resguardos estaba basada en una geografía del desplazamiento
y del trabajo forzoso.
En resumen, el paisaje del corregimiento implicó retomar las grandes estructuras políticas
prehispánicas para centralizar el poder que se había dispersado entre los encomenderos y
los caciques menores con el sistema de la encomienda. Paradójicamente, al reestablecer
estas unidades territoriales centralizadoras del Zipazgos, se debilitaron las formas de
organización espacial indígenas, que hasta el momento habían estructurado las formas de
producción. Si el tributo permitía que las comunidades organizaran el espacio y dieran
una porción de sus excedentes a los encomenderos, los resguardos limitaron la autonomía
indígena. Con el nuevo sistema ya no era el tributo lo central, sino la articulación con el
sistema minero y con el abasto de Santafé. Los indígenas ahora eran una fuerza móvil que
se desplazaban espacialmente de acuerdo con las necesidades de la mita minera y leñera.
C. La mita
A medida que trascurría el siglo XVII las epidemias siguieron dejando su oscura huella
en la población indígena30
. El descenso demográfico y la fuerza que adquirían las tierras
alrededor de los resguardos indígenas llevaron a mediados del siglo XVII a unas políticas
de agregación de resguardos y de pueblos indígenas31
. Ya el tributo al encomendero no
30 Si bien es reconocido por la historiografía colonial latinoamericana la desestructuración causada por el
impacto de las epidemias entre la población nativa, para la Nueva Granada no existen muchos estudios
sobre la materia. El trabajo pionero sobre el tema que se centra en epidemias del siglo XVIII es Silva,
Renán, Las epidemias de viruela de 1782 y 1802 en el virreinato de Nueva Granada, (1992) Cali, La
Carreta Histórica, 2007. Sobre la baja demográfica véase: TOVAR, Hermes, “Estado Actual de los
Estudios de Demografía Histórica en Colombia”, en Anuario de Historia Social y de la Cultura, No. 5,
Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1970, pp. 65-140. Una interpretación más reciente se
encuentra en Francis, Michael, “Población, enfermedad y cambio demográfico, 1537-1636. Demografía
histórica de Tunja: una mirada crítica”, en GOMEZ LONDOÑO, Ana María. Muiscas: representaciones.
cartografías y etnopolíticas de la memoria, Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2005,
pp.74-145. 31
La relación entre la caída demográfica indígena y la agregación de pueblos de indios como mecanismo
para repartir tierras entre los „vecinos‟ de los alrededores, en vista de la presión ejercida por esta población,
ha sido trabajada para el siglo XVIII en la Nueva Granada por Bonnett Vélez, Diana. Tierra y comunidad:
un problema irresuelto: el caso del Altiplano Cundiboyacense (Virreinato De La Nueva Granada), 1750-
Encomenderos y caciques - 17 -
era la forma de dominación más importante de la región, sino que la articulación con la
economía minera, con las haciendas vecinas y con la economía citadina se convirtieron
en los aspectos centrales. La encomienda había decaído y la explotación indígena no se
centraba tanto en el trabajo de su propia tierra, sino en su desplazamiento. Se trataba de
un importante cambio geográfico: las quejas por traslados a trabajar en otros lugares iban
a ser los reclamos más importantes que oiríamos en el futuro de los trabajadores
indígenas. Si a comienzos del siglo XVI los indígenas Muiscas organizaban su propio
espacio, ahora se veían obligados a desplazarse por él para suplir las necesidades de la
maquinaria colonial.32
Las voces que nos llegan son las de personas que sufrían fuertes cargas de trabajos y que
muchas veces preferían la cárcel al trabajo en las minas. La nueva geografía o el nuevo
paisaje ya no se iba a percibir sólo en los espacios, sino en el movimiento de los cuerpos
que debían enfrentarse a nuevas condiciones geográficas. Cuando Micaela Sánchez
otorgó la fianza por Tomás Cerquera, su hijo, que estaba preso en la cárcel de Santafé por
no haber querido trabajar en las minas de Mariquita, alegaba el carácter excesivo de estos
trabajos33
. Al igual que el caso de Tomás, para esta época encontramos en los archivos
numerosas quejas y solicitudes cortas y fragmentarias, en su mayoría no resueltas o
respondidas, que muestran la manera como los muiscas del valle buscaron oponerse a los
desplazamientos y los trabajos forzosos34
. Encontramos al igual censos35
y cuentas36
en
los que se referencian escuetamente nombres y cifras de los indígenas trasladados a las
minas y a la ciudad.
Entrecruzando las demandas del desplazamiento y el trabajo forzoso con las epidemias y
la alta mortandad poblacional, la situación llevó a la corona a buscar maneras para
efectuar unas políticas de agregación de pueblos indígenas, pues la presión sobre las
tierras en los alrededores de estos era muy fuerte y la población indígena era cada vez
menos numerosa.
1800, Bogotá, Colombia: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Universidad de los Andes,
2002. Herrera Angel, Marta. Ordenar para controlar, Herrera Angel, Marta. Poder local. 32
BONILLA, Heraclio, “La economía política de la conducción de los indios a Mariquita: La experiencia
de Bosa y Ubaque en el Nuevo Reino de Granada”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura, No. 32, Bogotá, Universidad de los Andes, 2005, pp. 11-30. CONTRERAS, Mónika, “La mita de
la plata: El trabajo de los indios mitayos en la minería argentífera neogranadina. Mariquita, siglo XVII.”,
monografía inédita para optar por el título de historiadora, Universidad Nacional de Colombia, 2003. RUIZ
RIVERA, Julián, Encomienda y mita en Nueva Granada en el siglo XVII, Sevilla, España, Escuela de
Estudio Hispano-Americanos, 1975. 33
AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 25, f. 809. 34
AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 30, f. 383-385. AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 30, f. 380.
AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 30, ff. 709-711. AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 48, f. 623.
AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 73, ff. 58-69. AGN, Colonia,
Caciques e Indios, T.30, ff. 431-2. 35
AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 69, ff. 14 - 80. AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 58, ff. 303-
404. AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 49, ff. 404-407. 36
AGN, Colonia, Caciques e Indios, T. 35, ff. 10-24. AGN, Colonia, Caciques e Indios, T.50, ff. 99-117.
Encomenderos y caciques - 18 -
El valle de Ubaque había atravesado fuertes transformaciones espaciales, sociales y
culturales para ser convertido en un espacio colonial. Estos cambios no se verían
únicamente reflejados en el espacio, sino en las vidas y en los cuerpos de los habitantes
del valle. Como ha argumentado James Clifford, el paisaje o el lugar no se definía
únicamente por sus dinámicas internas, ni se podría comprender solamente a partir de la
residencia, sino que es necesario comprender los viajes y los desplazamientos que
articularon a la región con las ciudades y las minas. Estos circuitos económicos
coloniales y en última instancia trasatlánticos habían transformado el paisaje del valle de
Ubaque.
Conclusiones
Las transformaciones en el paisaje reflejan la estructuración del poder colonial en
América Latina. El despojo de la tierra, la formación de resguardos, la persecución de los
asentamientos dispersos, el establecimiento de pueblos de indios, la fundación de
ciudades y, posteriormente, la reducción y despojo de los mismos resguardos, la
fundación de parroquias; todas estas políticas han sido estratégicas en la conformación de
un poder del imperio español sobre sus dominios trasatlánticos. El ordenamiento
territorial está, a su vez, íntimamente ligado al control sobre el trabajo, la imposición del
tributo, el control de las prácticas cotidianas, el reflejo de una simbología política y los
intentos de cristianización de indígenas.
El valle de Ubaque sufrió grandes transformaciones entre 1550 y 1600. Estas
transformaciones estuvieron asociadas a una crisis demográfica, a una crisis social y a
una crisis política, que se desencadenaron con la invasión española. Pero de manera
paralela a las crisis, los espacios se reconstruyeron y se reescribieron, de manera que se
fue abriendo lugar a nuevos lenguajes y nuevos discursos que se desplegaron en el
espacio. Durante un primer momento de ocupación española, el valle de Ubaque era
dominado por la encomienda. Este sistema trajo consigo la fragmentación de las grandes
unidades políticas “prehispánicas”, y el fortalecimiento de las pequeñas unidades
políticas. En este contexto, se generaron procesos de expansión y apropiación espacial
que generaron distintos pleitos entre caciques, en alianza con sus encomenderos. El
surgimiento de nuevos espacios y la persecución de otros, tuvieron también un impacto
importante en el paisaje de la región. Frutales y cultivos del encomendero entraron en
escena, y los santuarios indígenas fueron perseguidos constantemente.
A pesar de estos importantes cambios, el paisaje de la encomienda presentó fuertes
continuidades con la organización espacial previa, pues eran los indígenas quienes
continuaban sentando las bases espaciales del sistema. Pero tras la instauración de los
resguardos y la implantación de los corregimientos que tuvieron lugar a fines del siglo
XVI, se marcó un cambio en las relaciones de poder a lo largo de la región Muisca. El
corregidor se convirtió en un mediador entre los indígenas y los encomenderos. La
delimitación de resguardos implicó que adquirieran importancia las tierras alrededor de
los resguardos y que se iniciaran procesos de peticiones de tierras. Con el corregimiento,
los indígenas ya no sólo debieron cumplir con el tributo para sus encomenderos, sino que
Encomenderos y caciques - 19 -
se integraron a los circuitos de la economía minera, por medio de la mita, y de la
economía de Santafé, por medio del abasto de leña. Con la carga del trabajo forzoso, los
abusos de poder y las constantes epidemias, la crisis demográfica se hizo más aguda y la
corona adoptó políticas de agregaciones de pueblos, con las cuales buscaron despojar a
los indígenas de sus territorios. El paisaje del valle de Ubaque a mediados del siglo XVII
era consecuencia, entonces, de los desajustes y reajustes que habían ocasionado las
distintas crisis que se desencadenaron tras la invasión española. Una nueva estructura de
poder se había construido en el espacio, y sus lenguajes buscaban soportar unas
relaciones sociales, económicas y culturales específicas.
Encomenderos y caciques - 20 -
Bibliografía citada
VII. Bibliografía
Fuentes Primarias
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